jueves, 13 de mayo de 2010

mujer del rugby

Me pasaron este texto hace bastante tiempo (2007) y ahora lo encuentro en lo que revisaba una de las múltiples redes sociales en las que en algún momento me registré y de la que, como dice la canción, “me estoy quitando”. Si lees esto y te sientes identificada en el texto, GRACIAS, y si no lo sientes, es que todavía no has conocido a ningún jugador de rugby (y ya va siendo hora, que se te pasa el arroz)
A ti, mujer, que una tarde conociste a un joven corpulento (o no), de nariz achatada pero de increible timidez que, con su arrolladora ternura, supo ganar tu inexperto y romántico corazón con el relato de cíclopes y viriles batallas desarrolladas invariablemente los fines de semana.A ti, que seguramente caíste en la sutil trampa e inocentemente entraste en ese raro mundo de palabras desconocidas, que comprobaste no sin tristeza que las románticas batallas de los relatos eran en campos lejanos, desolados e inhóspitos, que también viste como tu guerrero y sus aliados de combate eran inclaudicables y ni el viento más frío ni la lluvia más intensa los detenía, que …..
Ellos seguían corriendo detrás de ese objeto de inexplicable forma, con una enjundia verdaderamente encomiable, mientras tú, siempre al costado, soportabas todo estoicamente tejiendo interminables bufandas.
A ti, que luego te casaste (o no) y entendiste que la pasión de tu héroe no se circunscribía a los fines de semana, sino que para las batallas se entrenaba dos o tres veces por semana y luego traía amigos a casa, gente de aspecto “distinguido”, que vaciaban la nevera y se tomaban hasta el pulso, hablando irremediablemente de lo mismo.
A ti, que un día escuchaste la tan ansiada frase “No juego más.” y te sentiste embriagada por un dulce e intenso sonar de campanas de felicidad en tu hermosa cabecita de pobre ilusa.
Tontuela, pensaste que todo cambiaría. Pero al llegar el fin de semana viste atonita que partía nuevamente. Ahora era árbitro o entrenador de alguna olvidada división.
A ti, que con lo relatado no termina tu “Via Crucis”, porque tu héroe y la vida se encargaron de darte hijos y hoy te vemos con un pichón de guerrero, versión mejorada, porque es más tirano que el anterior y ni siquiera te permite la esperanza del divorcio, con tus hermosos ojos llenos de esperanza, a horarios insólitos e inhumanos, siempre al lado del campo perdiendo la poca dignidad que te quedaba, gritando como una posesa y con la boca y el corazón llenos del nombre del nuevo valiente que corre alegremente por la cancha siempre detrás de ese objeto ovoide que ha marcado tu vida.
A ti, mujer del RUGBY, rindo mi humilde pero sentido homenaje y te pido que no nos dejes… porque ¡TE QUEREMOS!